20 diciembre, 2009

DESPUÉS DE COPENHAGUE

10 gk - Toffoletti

Vivimos en un mundo de transformaciones sin precedentes. No descubro nada nuevo, si me aventuro a decir que lo de hoy no valdrá mañana, del mismo modo que ahora ya no sirve lo de ayer; que todo cambia de tal manera que subsistimos instalados en el vértigo. Como tampoco es revelador afirmar que esta ambición omnipotente del género humano pone en peligro su propia supervivencia y la de cuanto le rodea y da la vida. Que mientras nos atrevemos con la exploración del cosmos, condenamos la Tierra al caos. Que vivimos en un equilibrio ficticio, precario, insostenible. Que aspiramos a vencer las enfermedades, a vivir más tiempo, pero a la vez profanamos con nuestros vertidos el frío natural del invierno y el calor del verano. Que nuestro anhelo de mayores comodidades nos mueve a saquear sin escrúpulos los recursos naturales; que exigimos todo tipo de alimentos en cualquier estación del año, indiferentes a las cosechas y a los ciclos. Que mientras desafiamos la velocidad de la luz y diseñamos tecnologías insospechables, desarrollamos armas que ponen en peligro nuestra propia continuidad y la del planeta... Tampoco añado algo a lo ya sabido, si denuncio que este ser humano evolucionado aún no ha sido capaz de controlar su pánico, no ha extirpado el hambre y la miseria ni abolido la violencia; nada agrego, si manifiesto que desconoce la paz, que crea ciudades y espacios opresivos para vivir a salvo de sí mismo, que vuelve la espalda a la Naturaleza de la que proviene, y si compruebo que, al contrario de lo que pretende, parece no sentirse más feliz que antes... No; ciertamente no descubro nada nuevo.
Pero, a pesar de todo, no he perdido cierta esperanza y a ella me aferro y con ella empuño mi credo. Esto es algo que quiero escribir hoy, en mi página, rodeado de esta bendita nieve, desde mis coordenadas binarias, en vísperas de la Navidad. Y no he perdido esa confianza porque, pese a los despropósitos con los que agitamos el mundo, creo firmemente en la insurrección de los actos cotidianos, en los pequeños compromisos, en el testimonio y en el ejemplo de tantos y tantos seres anónimos, responsables y solidarios. Deseo significar mi enorme fe en las personas, más que en el género y la condición que nos representa; renovar mi crédito en toda aquella gente admirable que, con su coraje por vivir, propaga por puro contagio la justicia, la libertad, la paz, el amor. De estas personas, a muchas de las cuales he tenido y tengo la fortuna de conocer, rescato su pundonor y cuanto de sí dan para sostenerse a sí mismas y a quienes les rodean. Son ellas quienes, casi sin proponérselo, consiguen con sus pequeñas acciones que el mundo que hoy tenemos y, el que día a día legamos, sea siquiera un poco mejor...
Después de Copenhague, y a pesar del lamentable ejemplo y las miserables desavenencias de nuestros mandatarios, quiero dedicar mis mejores deseos a tanta gente de buena voluntad como hay repartida por nuestro planeta; personas cuya munición no es otra que la esperanza, personas que trabajan con ahínco e ilusión, convencidas de que aún el cambio y otro mundo son posibles...
Por ellas, por vosotros y vosotras, hoy sonrío agradecido y levanto mi copa.

13 diciembre, 2009

EL CÓMPLICE - Borges

El reino del vacío - Pérez Villalta

Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incendian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.

06 diciembre, 2009

OVEJAS NEGRAS

Los monosabios - Pérez Villalta

Basta con observar una conversación cualquiera, para terminar intuyendo que el diálogo tiene algo-bastante de exhibicionismo, de autopromoción verbal, incluso de vanidad. Supongo que, cuando uno habla y opina, busca mostrar que tiene un criterio y, aún más, que ese criterio es propio y que desea hacerlo público y sostenerlo con decoro. La mayoría de las conversaciones nos mueven a mostrar nuestro parecer, desplegando ante los demás la consistencia de nuestro pensamiento, de nuestra cosmovisión. Y al constatarlo no eludo revisar mi propio proceder en este ámbito: Sea o no llamativo (adelanto que para mí no lo es), me he descubierto muchas veces sin opiniones que hacer valer ante los demás, sobre los más diferentes temas. Y creo que mayormente no he tenido problema en confesarlo, en decir: «Vaya, no sé; no tengo una idea clara al respecto.» Pero, también, en otras ocasiones me he animado a improvisar una respuesta y (como nos sucede alguna que otra vez a todos), sin querer, he construido sobre la marcha un criterio sorprendentemente sólido. Lo que decía Noel Clarasó: que "de muchas ideas nuestras no nos habriamos enterado jamás, si no hubiéramos sostenido largas conversaciones con otros". Tiene su gracia, esto tan latino de improvisar... En todo caso, y volviendo al principio, siempre me ha parecido poco edificante la pertinacia con la que muchas personas se obstinan en tratar de convencer a otras de que están equivocadas. Y yo me pregunto: ¿Se puede estar realmente equivocado? ¿Es que alguien posee la verdad, cuando lo que manifiesta es simplemente su opinión?
Me viene al pelo aquella vieja anécdota del astrónomo, el físico y el matemático, que viajaban en tren por tierras de Escocia. El astrónomo vio a través de la ventanilla una oveja negra en medio del campo: «¡Es fantástico —exclamó—, aquí las ovejas son negras!» A lo que, raudo, el físico repuso: «No puede decir esto, amigo mío. Sucede que algunas ovejas escocesas son negras.» Finalmente fue el matemático quien, suspirando, intervino: «Perdónenme ambos, pero la realidad es que en Escocia existe al menos una pradera que contiene al menos una oveja que tiene al menos un lado que es negro.»
Con todo lo cual, quiero defender que lo de tener un criterio sobre cuanto acontece a nuestro alrededor (que en el fondo es interpretar la realidad sobre la base de la propia razón) tal vez no sea tan trascendente como por lo general nos parece, para situarnos en el mundo. La verdad parece tener mucho de privado y bien poco de universal... Sobre todo si se considera la socorrida idea de que todo es según el color del cristal con el que se mire.
 
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